07/05/2022 - EDITORIALES, OPINIÓN POR CARLOS BLASCO
GLOBALISMO Y CULTURA

Es notable ver cómo en los últimos años se ha ido produciendo el deterioro de las democracias y por eso considero menester observar los factores que han erosionado este sistema representativo y sus consecuencias. En función de lo expuesto se analiza la idea de la globalización y sus menos explorados efectos político-socio-culturales. Así entonces se observa que la globalización desde lo político, vulnera las soberanías demoliendo el Estado-Nación. Esto produce que el ejercicio de la organización social y su ordenamiento, se transfiera a las corporaciones transnacionales cuyos objetivos, funciones e inclusive paradigmas socio-políticos-culturales, nada tienen que ver con las que debieran impulsar los estados y sus gobiernos, Estos, aún defectuosamente, deberían apuntar hacia la representación y bienestar de sus pueblos. LEER MÁS ...


 Los estados cambian su rol y terminan siendo los sirvientes de estas corporaciones, asumiendo un papel menor en cuanto a sus funciones originales.


Hoy podemos ver cómo los estados sirven a las compañías internacionalizadas proveyéndoles de la infraestructura integral y los bienes públicos que requieren las multinacionales al costo menor y subsidiados por estos estados con el dinero del pueblo.


 De este modo, se transforman en meros prestadores de las corporaciones, llegando al límite de diseñar políticas educativas a pedido de las mismas (desde pasantías, hasta las pruebas de nivel exigidas por la OCDE); o al realizar obras públicas que más tarde son privatizadas en manos de dichas corporaciones (satélites, telefonía, rutas, puertos, etc).


 Esta metamorfosis de los estados-nación, se producen a partir de las cada día más intensas injerencias e influencia en las políticas monetarias, económicas y sociales que diseñan e implementan las corporaciones a través de los Organismos de Crédito Multilaterales y otras organizaciones no gubernamentales, que responden a las directivas no ya de los imperios sino de las transnacionales constituidas por capitales multinacionales.


La integración global de los mercados financieros y la “fuerza de los mercados” condiciona la competencia entre corporaciones transnacionales y empresas nacionales. Está claro que las economías no “desarrolladas” son vulneradas por estos poderosos factores produciendo el empobrecimiento de las naciones y  afectando su soberanía siendo obligados a “vender” materias primas sin valor agregado en la mayoría de los casos, así como ulteriormente, por el peso de las deudas contraídas, son obligados a desprenderse del patrimonio estatal, recursos naturales, etc, reduciendo de este modo sus posibilidades de crecimiento y desarrollo.


Los vertiginosos y profundos avances tecnológicos en el ámbito de las TIC, operan sobre los diversos sistemas de vida anulando su heterogeneidad impactando sobre sus culturas y  valores sociales y económicos que las caracterizan. A través de una intensa acción contracultural imponen los gustos y sabores de los consumidores estandarizando sus hábitos y preferencias en sintonía con los intereses de las corporaciones y no con las de las necesidades de las sociedades. 


Esta penetración cultural está dirigida por Occidente y lleva la fuerte impronta del poder político y económico estadounidense siendo altamente desigual en sus consecuencias,  afectando a todas las sociedades en todo el planeta y abarca todos los rubros: desde la educación y la alimentación o las tecnologías y el esparcimiento.


El poder está íntimamente ligado a la capacidad de producir y difundir símbolos.


En  este marco el globalismo crea un paradigma funcional a su esencia e intereses según el cual el mercado mundial sustituye al quehacer político (fundamentado en términos de “eficiencia”); íntimamente relacionado a la ideología del liberalismo.


Este enfoque economicista ha desterrado la multiplicidad de la globalización convirtiéndose en doctrina globalista al destacar que la prevalencia de un mercado creado a partir de la injerencia cultural en las naciones.


Pero un mercado mundial no crea una sociedad mundial.


La cultura es lo que constituye una sociedad.


La globalización cultural, como forma de transnacionalización de la cultura, se ha producido o canalizado a través de dos vías de diferente naturaleza: los medios de comunicación de masas - propaganda-  y el comercio internacional, basándose en los valores del modelo de globalización neoliberal.


La “aldea global made in USA” ha configurado a escala mundial un “modelo global de modernización”, y un esquema de valores y comportamientos que en lo cultural se expresa en la cultura light, que permite “entretener” a la gente fuera del trabajo. Tenerla entretenida (tenida entre dos tiempos de trabajo) a través de diferentes formas de frivolidad y de evasión. Un ejemplo de esto es la  telebasura con sus reality shows, concursos, etc para vender más publicidad, lo que ofrece un shock suplementario de estupidización y promoción del consumo.  Exacerbado por publicaciones y shows mediáticos que muestran a los pobres y a la tilinguería de la clase media la forma en que viven los ricos (actores, actrices, playboys, nobles y deportistas con grandes ingresos) como medida de vida exitosa, convirtiéndose en el aliciente que mantenga al esclavizado cultural en la senda del consumismo compulsivo.


El objetivo principal de la estandarización y transnacionalización cultural consiste en       provocar comportamientos y actitudes vitales de frivolidad, conformismo y evasión de modo de naturalizar sociedades conformistas, insolidarias, doblegadas y sin capacidad de reacción ante la profundización de las inequidades y desigualdades que trajo el globalismo.


La lógica impuesta del Libre Mercado, hace que los estados nación la hayan aceptado  para  mantener  al  menos  parte  de sus  poderes aceptando  sus  agentes  principales  (los partidos políticos y sus profesionales) la función de gerenciar el avance de este, a costa de su propio vaciamiento ideológico y doctrinario.


La diversidad cultural, y más precisamente,  las políticas de reconocimiento de las identidades culturales y de la multiculturalidad, constituyen un importante dique  para el avance de los procesos globalizadores y del pensamiento único.


En su esencia falaz, el globalismo perfecciona la división social creando 'otredades' (género, preferencia sexual, etc) que le permiten mostrarse en la teoría, como inclusivo y abierto. Convirtiendo a estos colectivos en objeto de consumo, impulsado desde las universidades y organismos gubernamentales. Paradójicamente, esta imposición cultural discriminatoria de etiquetar al ser humano en nombre de la inclusión, hace que  sus políticas económicas  profundamente discriminatorias y exclusivas, sean aceptadas sin condiciones.


No es casual que la mercantilización de lo simbólico en el discurso omnipresente para referirse al patrimonio cultural de una sociedad se dice 'capital simbólico'. Y  denomina 'capital humano' a las personas, al  ser  estas  consideradas  sólo  como  fuerza  de trabajo, material o intelectual, de la que obtener beneficio. El  conjunto de relaciones que cada uno tenemos entendidas tan sólo como oportunidades para el provecho utilitario es denominado “Capital Social”.


Sustituciones muy significativas de la desvalorización de los seres humanos en cuanto tales, al ser considerados solamente por referencia a  su   valor  como  mercancía.


La globalización neoliberal en su irrestricto avance mercantilista,  ha modificado no sólo la representatividad de los estados y las naciones, sino el concepto mismo de humanidad.


Carlos Blasco - Mayo 2022


 


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