También alejó a muchos con su complicado divorcio de la muy querida princesa Diana, y al causar tensiones al estar cerca de romper las reglas que prohíben a la realeza intervenir en los asuntos públicos, metiéndose en debates sobre cuestiones como la protección al medio ambiente y la conservación de la arquitectura.
“Ahora se encuentra en lo que sería el ocaso de su vida, teniendo que pensar cuidadosamente en cómo proyecta su imagen como figura pública”, dijo el historiador Ed Owens. “No es ni de lejos tan popular como su madre”.
Carlos deberá descifrar cómo ganarse el “apoyo del público, un sentimiento de cariño” que caracterizó la relación que Isabel tuvo con los británicos, comentó Owens.
En otras palabras, ¿será Carlos tan querido por sus súbditos? Es una pregunta que ha ensombrecido toda su vida.
Un niño tímido con un padre dominante, Carlos se convirtió en un hombre a veces torpe y discreto que, sin embargo, confía en sus propias opiniones.
A diferencia de su madre, quien rechazó discutir sus opiniones públicamente, Carlos ha pronunciado discursos y escrito artículos sobre temas que le interesan, como el cambio climático, las energías renovables y la medicina alternativa.
Su ascensión al trono probablemente avivará el debate sobre el futuro de la monarquía británica, una institución con funciones principalmente ceremoniales, considerada por algunos como un símbolo de la unidad nacional y por otros como un vestigio obsoleto de la historia feudal.
Carlos, quien será el jefe de Estado de Gran Bretaña y de otros 14 países, entre ellos Australia, Canadá, Nueva Zelanda y Papúa Nueva Guinea, ha defendido sus acciones.