15/03/2024 - ECONOMÍA Y AMBIENTE
PREOCUPA A GRUPOS NATIVOS DE CHILE Y ARGENTINA LA EXPLOTACIÓN MINERA DEL LITIO

Comunidades indígenas temen que los efectos que la explotación del litio, un elemento cada vez más codiciado por las potencias, termine con sus territorios. Tusaquillas, Argentina, el pueblo nativo de los kolla ha pasado pasado siglos ascendiendo a lo profundo de las montañas del norte de Argentina en busca de una sustancia simple: agua potable. Aquí, en uno de los entornos más áridos del mundo, es una fuerza vital que lo sustenta todo. En los meses de lluvia, las tierras sagradas que rodean su pequeño pueblo de adobe de Tusaquillas cuentan con agua abundante. En los meses secos, las familias caminan kilómetros bajo el sol abrasador, con la esperanza de que su ganado pueda beber de un pequeño recipiente de plástico, alimentado por una manguera que llega hasta las distantes montañas. CONTINUAR LEYENDO ...



Pero comunidades como la de ella temen cada vez más que se les acabe la buena suerte. Esto se debe a que los cauces secos de agua que rodean su pueblo están intrínsecamente conectados con los extensos salares blancos que se extienden debajo, lagunas subterráneas con aguas repletas de un material que ahora se conoce como “oro blanco”: el litio.


En el “triángulo del litio” —una región que se extiende por Argentina, Chile y Bolivia—comunidades nativas se asientan sobre un tesoro escondido: un estimado de un billón de dólares en litio.


El metal es clave en la lucha global contra el cambio climático, utilizado en las baterías de los automóviles eléctricos, crucial para la energía solar y eólica, y más. Pero para obtenerlo, las minas extraen agua de las planicies, ligadas a la vida de miles de comunidades.


A medida que los más poderosos del mundo miran cada vez más hacia el Triángulo —la mayor reserva de litio en la Tierra— como una pieza crucial del rompecabezas para salvar el medio ambiente, otros temen que la búsqueda del mineral signifique sacrificar esa misma fuerza vital que ha sostenido a los pueblos nativos de la región durante siglos.


Entre 2021 y 2023, el precio de una tonelada de litio en los mercados estadounidenses casi se triplicó hasta un máximo de 46.000 dólares el año pasado, según un informe del Servicio Geológico de Estados Unidos (USGS, por sus siglas en inglés). En China, el principal cliente del litio de la región, una tonelada de este metal se vendió por la enorme cantidad de 76.000 dólares en su punto máximo el año pasado.


 

Líderes, ejecutivos mineros y empresas de todo el mundo comenzaron a mirar hacia allá. Empezando por Estados Unidos y China, consideraron los desiertos áridos de la región como una fuente de riqueza y un motor para impulsar la transición a la energía verde.


La elevada demanda impulsó la producción mundial de litio, pero en los últimos meses los precios han caído significativamente debido a un exceso de oferta del metal a corto plazo y a sobreestimaciones sobre las compras de vehículos eléctricos. Sin embargo, el consumo mundial de litio continúa en aumento.


El “oro blanco” que buscan está contenido en los cientos de salares —planicies de sal— desperdigados por la región.


El problema es que las planicies de sal también forman una parte esencial de un ecosistema altamente biodiverso, dicen los científicos.


Si bien el agua de las lagunas no es potable, están ligadas a las fuentes de agua dulce circundantes, a las escasas lluvias y a los arroyos de montaña cercanos, esenciales para la supervivencia de miles de comunidades indígenas.


La preocupación de los científicos entrevistados por la AP es que el bombeo de agua a escala industrial contamina el agua dulce con la salmuera que bombean y de hecho seca el medio ambiente circundante. Dicen que ha producido efectos en cadena para la vida en la región en una época en que ya ha sido golpeada por la sequía inducida por el cambio climático.


Por su importancia ambiental, los salares y sus aguas circundantes se han ganado un sitio sagrado para las culturas indígenas, parte esencial de las celebraciones nativas durante todo el mes de agosto.


Los salares de la laguna de Guayatayoc y Salinas Grandes aportan ingresos a pueblos como el suyo mediante el turismo y la recolección de sal en pequeña escala. Más de 30 compañías solicitan oficialmente permiso para extraer el agua de los dos salares. Letreros puestos por la comunidad en las orillas de las planicies de sal piden a las empresas de litio que respeten el territorio y se vayan.


Las cosas llegaron a un punto crítico el verano pasado cuando el gobierno local, ansioso por obtener ganancias de las minas, modificó su Constitución para facilitar la supresión de ciertos derechos territoriales indígenas y limitar la capacidad de protesta contra la expansión de la minería.


Alicia Chalabe —la abogada ambiental que representa a las comunidades— y otros argumentan que la medida infringe el derecho internacional.


Miles de indígenas estallaron en protesta, bloqueando carreteras utilizadas por las minas de litio y portando banderas indígenas de arco iris. La reacción de las autoridades hacia los manifestantes pacíficos estuvo marcada por represión violenta y arrestos arbitrarios, según grupos como Amnistía Internacional y Naciones Unidas. Sin embargo, se prevé que las protestas continúen.


La vecindad


Las preocupaciones argentinas nacen en el vecino Chile, donde la minería de litio está en pleno vigor desde hace décadas en el desierto de Atacama, el lugar más seco de la Tierra.


Tubos negros gigantes que bombean agua salada subterránea corren como venas a través de la tierra blanca y agrietada del Salar de Atacama. Pasan junto a rugientes bulldozers amarillos y trabajadores con chalecos color naranja brillante.


La llanura alberga a las dos empresas de litio que operan en Chile: SQM y la estadounidense Albemarle.


“Yo creo que vivimos una crisis en la cual tenemos una advertencia grande, pero también tenemos soluciones y el litio representa una de las soluciones necesarias y fundamentales para electrificar el transporte”, dijo Valentín Barrera, portavoz de SQM, la mina de litio más grande de Chile. “Queremos crecer, entendiendo que es necesario para mitigar el cambio climático”.


Aquí, en la mina SQM, eso significa bombear al menos 1.280 litros de agua salada subterránea por segundo —entre 6 y 8 tinas de baño— según cifras de la mina. Los tubos convergen en hileras de piletas azules, verdes y amarillas, donde el agua llena de litio pasa de una pileta a otra.



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