22/01/2025 - ECONOMÍA
CRÓNICAS DEL ABISMO, INDUSTRIA TEXTIL EN CAÍDA: RESISTENCIA COOPERATIVA, ABANDONO EMPRESARIO

La cobertura periodística de Celeste del Bianco sobre lo ocurrido en Coronel Suárez dejó una sensación estremecedora. No sólo por los centenares de despidos de la fábrica textil Dass, sino sobre todo por las conclusiones y desmovilización de varias de las personas que los sufrieron. En su nota del domingo 19, Horacio Verbitsky lo tomó como ejemplo de varios desconciertos: el de quienes se autoperciben como daños colaterales de un gobierno al que aun respaldan, y el de las clases dirigentes opositoras que creen en fáciles victorias sobre tan endebles bases de representación. ...LEER MÁS ....


 




Muchas de las personas despedidas en Suárez tendrán muy difícil la reinserción laboral o la jubilación, en una localidad en que casi 400 telegramas impiden también imaginar quién sostendría kioscos, almacenes o rotiserías. Los viejos videoclubs o cibercafés están ya descartados por el curso de los tiempos. El resto de la escenografía se mantiene inalterable, conforme pasan las autoinfligidas y recurrentes crisis.


Menos explorada que la situación de la fábrica suarense es la de su gemela de Pigüé, convertida en cooperativa de trabajo desde el vaciamiento empresario al cabo del penúltimo experimento neoliberal en el país. Son dos hermanas que miran su historia en espejo. Es decir, se reflejan idénticas, pero totalmente distintas.


Esa singularidad, subrayada por la proximidad geográfica entre una y otra, asoma para interrogar los modos en que un proyecto de corte nacional y popular se ha relacionado -o debería hacerlo- con la industria y sus diversos modos de organización, con capitales colectivos o concentrados. La disyuntiva no remite a negar la creación de marcos propicios para la inversión, sino por el grado de atención a otorgar al sector organizado en sus bases. O el real convencimiento de su incidencia en la realidad material de su Pueblo.


Para evitar un suspenso innecesario: la cooperativa de trabajo “Textiles Pigüé” acaba de cumplir dos décadas, contadas desde el feroz operativo policial de desalojo, que resistieron junto a las Madres de Plaza de Mayo. Ni sus críticos ni los indiferentes apostaban por tantos aniversarios. En los años transcurridos desde entonces, logró la escrituración de sus plantas, que pagó con regularidad, y tanto al asumir Mauricio Macri como al hacerlo Javier Milei los integrantes de la cooperativa abrazaron como lema que nunca el mercado determinará la suerte de ningún trabajador. Sus modos de organización la llevaron a ser considerada una de las fábricas recuperadas más consolidadas del país, lo que afianzó con su vínculo con sectores productivos, proveedores, compradores y universidades, en la Argentina y el extranjero.


Dispar suerte tuvo con los gobiernos de turno, de variopintos colores y en los diferentes planos de administración. Es un reclamo que continúa. Lo dejó expresado Francisco Martínez, su histórico referente, en una columna publicada por la agencia ANSol. Cooperativas, empresas autogestionadas y fábricas recuperadas fueron vistas, en el mejor de los casos, desde el prisma del desarrollo social. La demanda, satisfecha recién en 2019, fue que se las considerase dentro de los resortes del Estado que piensan la producción. Aspecto nominal que se vuelca sobre el organigrama, con los Ministerios que solían llevar esas palabras en sus nombres. Estar bajo uno u otro era una cuestión nada anecdótica.


Peor que ese síntoma fue el escenario cuando tocaba lidiar con otros colores políticos. Las sucesivas administraciones de turno no siempre acompañaron los proyectos de crecimiento del sector, y en ocasiones trataron de sabotearlos.


Fue lo que ocurrió cuando el siglo había cumplido su primera década y el intendente radical Rubén Grenada encabezó un gran operativo publicitario para que la empresa Indular se hiciese con el codiciado complejo fabril. Incluyó una campaña que presentó a la cooperativa como ineficiente y a Indular como una solución de empleo para la comunidad. Indular desembarcó en Coronel Suárez. Sus eventuales empleados pigüenses hubieran corrido la misma suerte que los de allí en 2025, si antes no se los llevaba la experiencia macrista o la emergencia pandémica.


El final de la historia lleva al punto de inicio. El famoso péndulo de la política argentina no responde a otro motor que al vaivén de una burguesía que ya no es nacional, si es que alguna vez existió tal cosa. Los capitales juegan en el umbral de rentabilidad, y sustentan los modelos regresivos para la fuga de capitales, la mudanza de instalaciones a destinos más convenientes o la adaptación a esquemas importadores o financieros impuestos por los peces grandes. Tampoco corresponde pedirles otro interés, aunque sí pueden buscarse herramientas que amortigüen los movimientos del péndulo. Primero, deben ser decididas. Luego, correctamente explicadas.


Otro tipo de esperanza es desubicada, como se apresta a corroborar la nueva experiencia neoliberal. Ni los brutales retrocesos de derechos laborales durante la dictadura, sustentados sobre una criminal represión, alcanzaron para lograr grados de inversión que perseverasen en el tiempo. Bicicleta y producción son dos términos antagónicos.


El gran dilema es si eso fue correctamente conceptualizado y difundido durante los años en que se proyectó otro tipo de programa, porque tampoco sería correcto esperarlo de los espacios políticos que no lo tienen y se conforman con gestionar lo dado y naturalizado.


La impresión es que en los lapsos de gobiernos populares no ha estado del todo claro, porque nunca dejaron de recordarles a los sectores empresarios que les habían proporcionado sus años de mayores ganancias. Hablar con el corazón, para recibir respuestas desde el bolsillo.


Es cierto que una empresa administrada por sus propios trabajadores y trabajadoras difícilmente logre el volumen suficiente como para contribuir a la ruptura del estrangulamiento externo. Tampoco incide significativamente en los porcentuales de desocupación, aunque el impacto en las pequeñas localidades -como Suárez o Pigüé- sea mayor que en las grandes urbes. Pero tampoco el capital concentrado se preocupa por romper las barreras externas ni tiene pruritos en incrementar la tasa de desempleo.


Para todo proyecto nacional y popular que pretenda recuperar el poder, la pregunta que se impone -no sólo para este caso, sino en sus propias formas de construcción partidaria- es si la lealtad y las convicciones no son en sí mismas un capital a valorar. Porque ocurre que luego, cuando el péndulo vuelve, el alrededor permanece vacío de aliados transitorios y amigos del campeón, y quienes se preocupan por no dejar ninguna mesa sin pan son los trabajadores y trabajadoras que supieron organizarse en la autogestión.




 




EL CARTERO DE PINAMAR
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Edición: Miercoles 22 de Enero de 2025 NÚMERO
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