28/01/2025 - POLÍTICA (EDITORIAL CRÉDITO DIEGO KENIS) LOS VOTOS SE GANAN DE A UNO EN TODO EL TERRITORIOCada vez que una elección unge un nombre proveniente de fuera de la zona núcleo, o de la misma General Paz, en las redacciones y estudios deben desempolvarse los mapas para saber dónde queda y cuántos habitantes tienen Anillaco o Río Gallegos. La Constitución escribe que la Argentina es un Estado federal, pero en la práctica -y sobre todo en la cabeza colectiva que lo naturaliza- eso queda más que en duda. Javier Milei es el tercer presidente porteño consecutivo y el cuarto desde el comienzo del siglo. Fernando de la Rúa y Mauricio Macri no nacieron en la Capital Federal, pero llegaron a la Presidencia desde su Jefatura de Gobierno. Varían los colores políticos, desde los tradicionales a las novedades, pero no la procedencia geográfica ...LEER MÁS ..... La agenda política da a parajes, pueblos y ciudades pequeñas una atención equivalente a ese dato de cunas presidenciales. La representación ha comprado la letra de los medios de comunicación, que hablan desde y a las grandes ciudades. Se impone, tal vez, la pregunta en torno al tamaño del cardumen de peces chicos y si es prudente el desconocimiento actual por parte de quienes se supone que necesitan cada voto. De acuerdo a los resultados recogidos por el censo de 2022, para ese año 2.135 localidades del país registraban menos de 50.000 habitantes, con un rango que iba de 9 a 49.994. En total, ese conjunto sumó 12.555.321 personas. Más de un cuarto del total nacional. Entre las provincias, sólo la de Buenos Aires supera esa cantidad, que equivale a casi cuatro veces la población de la Capital Federal. La distribución geográfica de ese número desafía a la pereza y la comodidad centralista. Las realidades, necesidades y preferencias de esos dos millares de localidades son disímiles, y se despliegan sobre un vasto territorio. El que corresponde a uno de los países más extensos del mundo, que no se asume por tal. Desde hace por lo menos dos décadas han dejado de verse las recorridas territoriales por pueblos y pequeñas ciudades de los principales dirigentes políticos, que pasaron a ser figuras a las que se accede por tevé. La fama, al menos en su forma actual, implica lo mediado. Y algo peor: la lejanía. Puede no ser tan grave para la farándula, que la convierte en un capital en sí misma, pero para la política es fatal. La tecnología ha instalado la idea de que lo territorial ya es prescindible. Sin embargo, el acceso a ella es dispar en el extenso mapa nacional y el discurso no puede ser el mismo para realidades tan diversas. Escribir en redes sociales sobre problemas que interesan a las clases medias de las grandes urbes de la zona centro no garantiza nada. En algunos aspectos sigue primando la soberbia de civilización o barbarie, el metropolitano maestro ciruela desde la comodidad de su hogar. Más allá de lo antipático, el centralismo excluyente y la comodidad de apoyarse sobre medios y redes sociales revelan un par de errores gruesos. Uno, que se depende de los medios de comunicación, nuevos o viejos. Para espacios de corte popular supeditar su suerte a esas herramientas es poco menos que suicida, por la orientación que tienen y que en muchos casos ya ni siquiera se decide en nuestro país. Por otra parte, y por mucho que pese a quienes venden los secretos de la alquimia de algoritmo, un hashtag o arroba no generan la misma identidad que ver a un referente en el lugar propio, vestido de color local. Respirando el mismo aire, con la vereda que se camina a diario también bajo sus suelas. Siempre hubo tecnologías novedosas, y sin embargo Juan D. Perón, Raúl Alfonsín y Carlos Menem recorrieron varias veces el país, incluso cuando tenían las elecciones prácticamente aseguradas y en algunos casos el beneplácito de los medios existentes. ¿Alcanza ahora con responder mensajes y comentarios en redes sociales, por vía propia o a través de un community manager que firme por uno? Es legítimo que haya gente que se gane la vida vendiendo fórmulas alquímicas de alcance virtual, pero otra cosa es que eso se compre como única receta por parte de quienes los contratan. Contrariamente a lo que se cree, lo interactivo no es novedoso. El servicio postal y el teléfono existen desde hace varias décadas, y nunca reemplazaron lo presencial. Son más bien elementos complementarios. No parecen percibirlo, salvo excepciones, la dirigencia política actual y el periodismo (mal) llamado nacional. Lo que es peor: la visión unitaria se ha instalado en buena parte de la militancia. Un episodio curioso e ilustrativo ocurrió en el prólogo a las elecciones presidenciales de 2015. Florencio Randazzo era ministro del Interior, tenía bajo su órbita el transporte y pretendía ser precandidato a la Presidencia. Ese mismo año se produjo la recuperación a nuevo del servicio de trenes de pasajeros entre Plaza Constitución y Bahía Blanca, cuyos coches no se reemplazaban desde hacía décadas. Es una vía de 800 kilómetros que recorre en diagonal la provincia de Buenos Aires y en su camino pasa por decenas de parajes, pueblos y varias ciudades importantes, que en todos los casos verían como un anhelo cumplido esa recuperación. Una campaña electoral andando, con carga identitaria histórica y satisfacción de demandas de ese Presente. Sin embargo, Randazzo no viajó en la formación y llegó a la estación bahiense a esperar el arribo. Lo importante era, parece, esa foto. La lógica sólo fue contravenida por el Clío de Axel Kicillof, cuatro años después. En la base de la pirámide también hay problemas, que contribuyen al desenganche de realidades. La actual crisis de representación se verifica en todos los terrenos o eslabones, también en los más territoriales o terrestres. Habitualmente los comités y unidades básicas eran parte del elenco estable regado por el país, junto a escuelas, estaciones de policía e iglesias. Hoy esos espacios, que servían para complementar o contrarrestar los discursos mediados, han perdido su vigor y casi su presencia. Ningún dato de la realidad justifica la despreocupación de ese escenario. La fórmula de ganar el AMBA para asegurarse el país ha demostrado estar perimida. Quedó probado hace casi diez años, la madrugada en que se esperaba la llegada de datos del pueblo más pequeño y lejano, para sostener esperanzas. Mauricio Macri le ganó a Daniel Scioli por 700 mil votos, y en el momento del recuento ante ese empate técnico a todo el mundo se le olvidó el desdén metropolitano por las urbes pequeñas. La lección, sin embargo, no sirvió para recuperar la vieja y certera premisa: los votos se ganan de a uno. En todo el territorio. |
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