No hay coincidencias entre científicos sobre si algunos grupos de animales con cerebro desarrollado (como chimpancés o elefantes) tienen alguna conciencia de fin. Lo que sí parece cierto es que podrían tener conciencia de la muerte, asistiendo al moribundo y realizando rituales cuando un animal pierde la vida. Sin embargo, esto no garantiza que entiendan el concepto de finitud proyectado a futuro.


El sistema nervioso es una estructura que toma decisiones en pos de la superveniencia. No obstante, existen varias circunstancias que llevan a las personas a terminar con su vida; es decir, a autoagredirse. En estas circunstancias se estarían eludiendo funciones instintivas de supervivencia.


Cada año, aproximadamente 900.000 personas se suicidan en el mundo. Es la segunda causa de muerte entre los adolescentes y es una de las tres principales causas de deceso entre los 18 y los 45 años. Existen situaciones que determinan una tristeza tan importante e incoercible que lleva a las personas a tomar decisiones fatales. En general, a la medicina le cuesta incluir estos pacientes en su estudio, primero por el claro riesgo que conlleva este tipo de investigaciones y, quizá también, por una especie de negación al fracaso de la salud mental. En cierto modo, el suicidio es la imposibilidad de encontrar una solución adecuada y a tiempo.


Se sabe que existen marcadores de riesgo para la autoagresión. Uno de ellos es la edad, pues aumenta en la adolescencia y en la vejez. Otro factor de riesgo detectable es padecer una enfermedad psíquica acompañante, especialmente depresión o esquizofrenia, más aún si está asociada con alguna adicción. Además, la soledad incrementa el riesgo de autolesión.


John Mann, psiquiatra de la Universidad de Columbia, describió alteraciones de la funcionalidad de la serotonina en pacientes con tendencias suicidas, más marcadas que en depresivos sin intento de autoagresión. Asimismo, estudios post mortem revelan disminuciones de este neurotransmisor.


Cambios y adolescencia


En los adolescentes, la etapa de cambios hormonales explosivos desarrolla el sistema emocional (límbico) antes que la corteza prefrontal, responsable de la razón y del control. Esta vulnerabilidad incrementa tanto los accidentes como las autoagresiones en este grupo etario. Factores ambientales, culturales y sociales también influyen en la vulnerabilidad autoagresiva. Las conductas imitativas, promovidas por los medios de comunicación pueden ser un arma de doble filo, especialmente para los menores y los ancianos. Por ejemplo, la noticia sobre un suicidio pueden fomentar imitaciones o enseñar cómo llevarlo a cabo.


La depresión es la problemática más frecuente entre las enfermedades de salud mental, constituyendo una de las principales causas de licencias laborales. Se pronostica que será la causa discapacitante más común en los próximos años.


Cuando la depresión lleva al suicidio se produce un quiebre en los instintos de supervivencia, alterando las claves filosóficas de la angustia de finitud planteadas por Heidegger. Por otro lado, el mecanismo de la felicidad también puede investigarse en los seres humanos, aunque también se expresa en los animales.


La tristeza máxima observada en la depresión mayor implica un estado de insoportable melancolía. Existen gamas de grises afectivos, desde depresiones graves hasta leves angustias crónicas asociadas con ideas obsesivas o con temores.


A través de estudios cerebrales sobre procesos de felicidad se pudo detectar la participación de sectores relacionados con la recompensa, como el núcleo accumbens y el núcleo amigdalino, que contiene la memoria emocional. Esta memoria recuerda eventos positivos o negativos que impactan en nuestra historia emocional.


Scott Langenecker, de la Universidad de Illinois, observó mediante neuroimágenes desconexiones entre áreas cerebrales en personas con episodios depresivos. Esto puede explicar la susceptibilidad a recaídas debido a cicatrices funcionales que aumentan las emociones negativas ante ideas neutras. Además, se pudo detectar un aumento en las conexiones de áreas relacionadas con procesos conscientes, lo que podría explicar la rumiación.


El suicidio, una pandemia crónica y una de las mayores causas de mortalidad en adultos jóvenes junto con los accidentes viales, afecta especialmente a los jóvenes y a los adultos mayores. Entre los adolescentes, las principales causas incluyen depresión grave, trastornos de la personalidad, situaciones de estrés, esquizofrenia y adicciones, especialmente en aquellos que no cuentan con una red social o que enfrentan dificultades graves.


Debe reconocerse la importancia de la salud pública como política de estado. Estudiar los indicadores biológicos, psicológicos y sociales del suicidio puede ayudar a reducir este flagelo, destacando la relevancia de la prevención y el correcto diagnóstico para mejorar la calidad de vida.