11/06/2024 - EL EFECTO MILEI Y LA CEGUERA DEL TOPOLes pasa a todos los gobiernos: el oficialismo de turno siempre cree que la oposición de turno es responsable de los males del país y de frenar los cambios necesarios para revertirlos. En parte, les funciona como una buena excusa, pero en parte están auténticamente convencidos de ello. El microclima y aislamiento en el que terminan moviéndose ayuda al dogma. La administración mileísta no es la excepción. En este caso, se trata de “las oposiciones” y acusarlas viene con yapa: rinde en las encuestas, producto del desprestigio que sufren. Es lo que hace el Presidente cuando dice “la casta está tirando con todo” o cuando asegura que sus rivales están “quemando las naves y la desesperación se hace evidente”. El ministro Luis Caputo incluso fue más allá y sostuvo que la oposición no vota la Ley Bases porque “tienen un único objetivo, que es tratar de voltear a este Gobierno”. Esa suerte de endogamia que afecta a los gobiernos induce, además, a que puertas adentro los problemas se miren bajo un prisma particular. Sucedió una vez más la semana pasada, que para buena parte de los observadores de la realidad fue el punto más crítico en los seis meses de mandato libertario, consecuencia de los graves errores cometidos en la distribución de alimentos por Capital Humano (cuyo diseño es un error en sí mismo), el rebote del riesgo país y los dólares libres y la votación en Diputados de una nueva fórmula de movilidad jubilatoria que complica el equilibrio fiscal. Para el Presidente, en cambio, aquellos hechos ocurrieron por las denuncias de corrupción realizadas por la ministra y por el ruido político provocado por “la casta que no la ve”. Nada que recriminarse. Milei y su círculo apuntan el foco a otras cuestiones y no dudan de que van por el buen camino, que su éxito es sólo cuestión de tiempo. Miran, por sobre todo, el respaldo del que aún goza el libertario de acuerdo con las encuestas: 57%, según Poliarquía. Y hacen ostentación del número que mejor habla de ellos, el próximo índice de inflación, que el jueves cantará menos de 5%. Contribuye especialmente a tal autopercepción el suceso que la figura presidencial ha provocado fronteras afuera. Además de los elogios recibidos en sus viajes al exterior por parte de grandes empresarios como Elon Musk y de usinas libertarias o de ultraderecha, las elecciones europeas que finalizaron este domingo reforzaron en Milei la sensación de que realmente es un dirigente destacado de ese espacio a nivel global. Uno de los elegidos. “Efecto Milei en Europa, aplastante derrota de la izquierda”, fue uno de los tuits que replicó el Presidente en X tras los buenos resultados de la ultraderecha, que se impuso en Francia y Alemania, por ejemplo. “Javier Milei despertó a todo el mundo y ya está salvando a Europa. Prócer de la libertad. Héroe de la humanidad. Aguante Milei”, fue otro retuit del Presidente. En ese contexto, que aún no haya logrado que el Congreso le apruebe una sola ley parece una cuestión menor. De cabotaje. Tan cómodo y halagador le sienta ese costado rock star a Milei que a veces el personaje lo desborda. Le sucedió cuando la semana pasada se comparó con Terminator en una entrevista con la prestigiosa periodista estadounidense Bari Weiss, donde también dejó expuesto que para él su Presidencia se equipara a una suerte de misión superior. 'Amo ser el topo dentro del Estado, soy el que destruye el Estado desde adentro. Es como estar infiltrado en las filas enemigas”, proclamó. Salvo entre el kirchnerismo y la izquierda, hay consenso de que es precisa una reforma profunda de este Estado argentino mórbidamente obeso, crónicamente ineficaz y altamente corrupto. Pero entre ese objetivo y buscar su destrucción hay un abismo. Los países ricos no carecen de Estado, sino que poseen un Estado eficiente. La confesión presidencial encierra otro detalle, casi lacaniano: el topo es un animal prácticamente ciego. Literalmente, no la ve. |
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