Pero ni ese derrumbe ni otras complicaciones (como un infarto cerebral leve en 2001, divertículos y otras caídas menores) hacen mella en una trayectoria musical tan popular e irreverente como brillante.
Dueño de un estilo personal y descontracturado para abordar las relaciones sentimentales por fuera de toda corrección política, Joaquín se ha revelado como un maestro de la palabra cantada y un inspirado constructor de historias y leyendas con las que supo delinear su propio mito.
En ese andar, el músico supo entablar proyectos compartidos con figuras como su colega Joan Manuel Serrat (con quien realizó varias exitosas giras) y el rosarino Fito Páez (esta última experiencia apenas con el disco “Enemigos íntimos”, toda una declaración sobre el tipo de relación que generó el proyecto).
Algunas de sus canciones emblema son “Con la frente marchita”, “A la orilla de la chimenea”, “19 días y 500 noches”, “Contigo”, “Amor se llama el juego”, “Tan joven y tan viejo”, “Siete crisantemos”, “La canción más hermosa del mundo”, “Y sin embargo”, “Nos sobran los motivos”, “Donde habita el olvido”, “Calle melancolía”, "Lo niego todo" y “El boulevard de los sueños rotos”, por citar apenas un puñado de ellas.
Varias de esas gemas poblaron los conciertos con que Sabina regresó el año pasado a escena en el marco de una larguísima gira irónicamente titulada “Contra todo pronóstico” y que aquí paseó durante marzo por escenarios de Buenos Aires, Córdoba y Mendoza.
También por entonces se estrenó el documental sobre su vida “Sintiéndolo mucho”, dirigido por su compatriota Fernando León de Aranoa.
Para ese registro íntimo y en primera persona, el creador compuso (junto a Leiva) y canta una pieza homónima del filme donde expresa cuestiones como: “Siempre he querido envejecer sin dignidad/Aunque al fusil ya no le quede ni un cartucho/Si el corazón no rima con la realidad/Cambio de rumbo, sintiéndolo mucho/ Aunque entre el sueño y el papel algo se pierde/Y con los años duele más cuando me escucho/Fingiendo ser un estupendo viejo verde/Y lo de viejo, sintiéndolo mucho/”.
Dueño de un estilo personal y descontracturado para abordar las relaciones sentimentales por fuera de toda corrección política, Joaquín se ha revelado como un maestro de la palabra cantada y un inspirado constructor de historias y leyendas con las que supo delinear su propio mito.
En ese andar, el músico supo entablar proyectos compartidos con figuras como su colega Joan Manuel Serrat (con quien realizó varias exitosas giras) y el rosarino Fito Páez (esta última experiencia apenas con el disco “Enemigos íntimos”, toda una declaración sobre el tipo de relación que generó el proyecto).
Algunas de sus canciones emblema son “Con la frente marchita”, “A la orilla de la chimenea”, “19 días y 500 noches”, “Contigo”, “Amor se llama el juego”, “Tan joven y tan viejo”, “Siete crisantemos”, “La canción más hermosa del mundo”, “Y sin embargo”, “Nos sobran los motivos”, “Donde habita el olvido”, “Calle melancolía”, "Lo niego todo" y “El boulevard de los sueños rotos”, por citar apenas un puñado de ellas.
Varias de esas gemas poblaron los conciertos con que Sabina regresó el año pasado a escena en el marco de una larguísima gira irónicamente titulada “Contra todo pronóstico” y que aquí paseó durante marzo por escenarios de Buenos Aires, Córdoba y Mendoza.
También por entonces se estrenó el documental sobre su vida “Sintiéndolo mucho”, dirigido por su compatriota Fernando León de Aranoa.
Para ese registro íntimo y en primera persona, el creador compuso (junto a Leiva) y canta una pieza homónima del filme donde expresa cuestiones como: “Siempre he querido envejecer sin dignidad/Aunque al fusil ya no le quede ni un cartucho/Si el corazón no rima con la realidad/Cambio de rumbo, sintiéndolo mucho/ Aunque entre el sueño y el papel algo se pierde/Y con los años duele más cuando me escucho/Fingiendo ser un estupendo viejo verde/Y lo de viejo, sintiéndolo mucho/”.