Evalúa cinco dimensiones: imagen general del gobierno, percepción sobre si se gobierna para el bien común o para intereses particulares, eficiencia en la administración del gasto público, honestidad de los funcionarios y capacidad para resolver los problemas del país. Se mide en una escala de 0 a 5, donde los valores bajos indican menor confianza.
Carlos Gervasoni, director del Departamento de Ciencia Política de la UTDT y responsable del Índice, explica que el ICG no mide apoyo político ni intención de voto, sino algo más sutil y general. “La confianza en el gobierno se da si la gente siente que está de su lado, que está tratando de hacer las cosas bien. No es lo mismo que aprobación, aunque ambas cosas correlacionan fuertemente”, señala a El Auditor.info. Y aclara que no está dirigido a evaluar al Presidente en particular, sino al Gobierno nacional en su conjunto.
La caída de septiembre ubica por primera vez al indicador por debajo de los 2 puntos durante la actual gestión. Todas las dimensiones relevadas se deterioraron. La percepción sobre el interés general cayó a 1,47 puntos, la imagen general se ubicó en 1,57, la eficiencia en el gasto público bajó a 1,87, la capacidad para resolver problemas descendió a 2,38 y la honestidad de los funcionarios se ubicó en 2,44.
Para Mario Riorda, consultor en comunicación política, la baja del ICG no es un hecho puntual, sino parte de una tendencia ya consolidada. “Hay una caída sistemática y progresiva en la confianza general del Gobierno, sin áreas de gestión que sean evaluadas positivamente. En todas existe un claro diferencial negativo y en algunas, incluso, hipernegativo”, advierte.
En su análisis, Riorda considera que la situación actual configura una policrisis: una confluencia de problemas simultáneos que se retroalimentan entre sí. Señala que “este tipo de crisis muchas veces se expande a partir de un hecho que cataliza o visibiliza otras fallas que ya venían operando”.
Gervasoni, por su parte, destaca que existe una relación estadísticamente comprobada entre el nivel de confianza y los resultados electorales de los oficialismos. Recuerda que en 2023, durante la presidencia de Alberto Fernández, el ICG se encontraba en uno de los niveles más bajos de toda la serie, lo que precedió a la peor elección del peronismo desde el retorno de la democracia.
En cuanto al conocimiento real de las personas encuestadas sobre los temas evaluados, Gervasoni admite que la mayoría de la población tiene información limitada sobre cuestiones públicas. “Solo un 10% o un 15% de la gente sigue las noticias de cerca y tiene una opinión estructurada. Para el resto, las respuestas reflejan percepciones generales, muchas veces influenciadas por la situación económica o por hechos puntuales como los escándalos de corrupción”, explica.
Aun así, considera que el Índice es consistente y que los cinco aspectos medidos responden a una misma actitud de fondo: confiar o no en el Gobierno.
En línea con esto, Riorda subraya que la honestidad es un atributo clave en la percepción ciudadana, especialmente cuando se trata de gobiernos que llegan al poder con un discurso moralista. “Se acelera el castigo si alguien transgrede ese contrato ético con el electorado y, más aún, si hay una situación social crítica como la que atraviesa Argentina. Más del 65 % de la población tiene problemas para llegar a fin de mes”, dice.
De todas formas, el informe detalla que los jóvenes de entre 18 y 29 años mostraron un aumento en la confianza (2,47 puntos), mientras que las caídas más pronunciadas se dieron entre los mayores de 30. El conurbano bonaerense registró la cifra más baja (1,62 puntos). En la Ciudad de Buenos Aires, en tanto, se observó un leve repunte (1,78).
En cuanto al vínculo entre transparencia, rendición de cuentas y confianza institucional, Gervasoni reconoce que los ítems que miden honestidad, eficiencia y orientación al bien común reflejan la percepción de los ciudadanos sobre estos valores. Aunque esas percepciones pueden estar sesgadas por información incompleta o mediada, considera que igual son relevantes. “Puede que alguien evalúe bien al Gobierno en general, pero esté molesto por la falta de honestidad o la percepción de favoritismo. Esos matices también cuentan”, afirma.