14/11/2022 - EDITORIAL Por Juan Guahán
INSTITUCIONES, EN COMA IRREVERSIBLE

Por supuesto que la pandemia, la guerra en Europa y el macrismo tienen una gran responsabilidad de lo que pasa en esta realidad que vivimos. Pero convengamos que esto viene de bastante más lejos. Para no perdernos en los vericuetos de la historia, vayamos a episodios de esta realidad más cercana, algunos de los cuales tienen vínculos con esta realidad. En estos días, está en boga una película –“1985”- sobre algunos aspectos de la dictadura genocida iniciada en 1976. La mayor parte de su público particularmente los más jóvenes -para esa fecha- no habían nacido. La reflexión que brota de los labios de quienes la vieron se sintetiza en la idea: “No sabíamos que esto había existido”. LEER MÁS ...


La efervescencia por verla indica esa necesidad de poner sobre la mesa algunos aspectos de lo que allí pasó. Ello es bueno y ojalá se continúe con otras obras parecidas.


De todas maneras, el aval del gigante mundial de las comunicaciones –Amazon- no parece un producto del mero interés comercial o una ingenuidad. Esa plataforma forma parte del poderoso sistema mundial de dominación. El estreno de la película cuando estamos cerca de recordar los 40 años de la recuperación institucional, deja ver algunas hilachas. Detrás de la exaltación del rol de la “Justicia” parece estar la pretensión de fortalecer el rol de la misma, en el sistema institucional vigente, para que pueda sobrellevar estos momentos tan álgidos.


Hoy la “Justicia” es un poder estatal que está a la cabeza del deterioro institucional que estamos atravesando.


Las encuestas, los analistas, el sentido común nos están avisando sobre la brecha que se va profundizando, entre ese sistema y el pueblo llano.


Un acontecimiento de esta semana está poniendo “blanco sobre negro” ese tema Una vez más, en el más alto y peligroso nivel, el sistema judicial resuelve las causas con la mirada puesta en el juego político y en sus propios intereses.


En el pasado mes de abril el kirchnerismo festejaba una “picardía” con la cual sumaba un adicto al Consejo de la Magistratura. Para hacerlo posible dividió en dos al Bloque del Frente de Todos y se quedó con los representantes, por la mayoría y también de la minoría. Los números le daban al oficialismo para hacerlo. De ese modo quedó afuera la nominación del senador cordobés Luis Juez, por la minoría radical, un bloque con menos integrantes que el bloque kichnerista que designó para esa plaza al senador rionegrino Martín Doñate. Ahora la Corte ordena anular la designación de Doñate y que Juez sea designado en ese lugar.


Esa “picardía” del kirchnerismo ya la había practicado el PRO en el 2015 y con una fusión de bloques logró ese lugar para el diputado Pablo Tonelli y eso fue avalado por la Justicia. En el 2018 el actual oficialismo hizo lo mismo y se quedó con una mayoría que le permitió ganar el consejero en disputa.


Ahora la Corte resolvió en contrario y prende la mecha de un conflicto cuyas derivaciones, agravadas por la tremenda crisis social que estamos atravesando, son imposibles de medir.


El tema que se relata trata sobre un conflicto de poderes en el más alto nivel, pero todos los días la “Justicia” trasmite a la sociedad la sensación de estar a la cabeza de un sistema estatal ajeno a las demandas de la sociedad. Millones de argentinos somos testigos de ese proceder.


Pero, más allá de la importancia de poner sobre la superficie estos conflictos, está claro que la inmensa mayoría de los compatriotas tienen otras prioridades. Con la gravedad que estas disputas siguen siendo vistas como choques por cuotas de poder y terminan profundizando el abismo entre las instituciones y el pueblo.


Da la impresión que la dirigencia, en su conjunto, se resiste a entender, como lo dice aquel proverbio chino, que “una sola chispa puede encender la pradera” y que cualquier viento puede expandirlo hasta el infinito, ante una dirigencia demasiado ocupada en mirar su propio ombligo.


CAMBIOS GENÉTICOS POR LA POBREZA Y DESIGUAL DISTRIBUCION DE LOS MÉDICOS


Hace unos años escuché preguntarse a una persona, dotada de un elemental sentido común: ¿Porqué quién hoy nazca en cualquier pueblito de Formosa o Santiago del Estero, muy probablemente viva menos que la mayoría de otros nacidos en San Isidro o Vicente López?


Hoy, en pleno siglo XXI y atendiendo a las políticas públicas en danza, continúan siendo débiles las respuestas a ese interrogante.


No quedan dudas que la tecnología está proporcionando los instrumentos para que tengamos esos datos y las acciones que permitan corregirlas, pero de ellos se habla poco o nada. Quedan oscurecidos por generalidades que hablan mucho y dicen poco.


En el curso de los últimos días, circularon dos Informes que parece conveniente ponerlos en relación y sacar algunas conclusiones. En ambos aparece el tema del vínculo entre pobreza y salud. En un caso se trata acerca de la relación entre pobreza y genética; el otro refiere a la distribución de los médicos en la geografía nacional. Ambos temas se vinculan y potencian mutuamente.


Genética de la pobreza: La información, sobre este vínculo, tomó vuelo a partir de publicaciones especializadas que dan cuenta de investigaciones realizadas. Llegó a nuestro país con un reportaje, publicado en la plataforma de Infobae, al cardiólogo Oscar Cingolani, un compatriota que se desempeña en el Hospital Johns Hopkins (Baltimore – EEUU)


Allí se desarrollan las relaciones existentes entre las desigualdades sociales generadas por la pobreza y las modificaciones que se evidencian en el ADN de las personas.


Así es como se pudo comprobar que personas que tenían entre 30 y 35 años venían predispuestos a ciertas enfermedades crónicas y con menores defensas (Alzheimer, obesidad, artritis reumatoidea, diabetes, presión arterial) Sus organismos tenían las condiciones de personas de mayor edad.


Yendo para atrás en el tiempo, las investigaciones sobre esas personas permitieron determinar que ellas provenían de ambientes donde la desnutrición, la mala alimentación, consumos indebidos, hacinación, estaban construyendo las condiciones para la modificación en el ADN de esas personas. Eso afectaba sus vidas y también las de su descendencia. La misma investigación permitió constatar que esas personas provenían de entornos donde el acceso a la salud era más difícil y su atención era de menor calidad.


En fin, más allá de su manifestación concreta eran enfermedades hijas de la desigualdad y la pobreza y cuya continuidad no era inocua, porque afectaría a las generaciones futuras. Es decir, se crean las condiciones para que la vulnerabilidad actual se reproduzca en el tiempo.


Hoy, los datos indican que la pobreza es mayor en los menores. Eso nos está advirtiendo sobre las perspectivas de futuro, si no se producen rápidas y profundas transformaciones socio-económicas y culturales.


Esta incidencia de las carencias en la modificación del ADN es un tema científico que hace aún más dramático el tema de la pobreza. Al tradicional concepto que el ADN era una herencia familiar, se le agrega esta perspectiva donde las deficiencias –sobre todo alimenticias y durante la niñez- se van incorporando al ADN de las personas y se trasmiten a sus descendencias.


Distribución geográfica de los médicos en la Argentina


A todo lo dicho hay que agregar algunos datos complementarios, publicados en “El Cohete a la luna”, sobre los médicos y su distribución geográfica sobre el territorio nacional. Es sabido el rol vital que éstos tienen en materia de atención al tema salud. Esa mala distribución fortalece lo que se viene construyendo desde que la “Generación del 80” organizó este país portuario, luego de la derrota de los caudillos federales. Por eso: “Dios y los médicos atienden en Buenos Aires”.


Este es un aspecto, el más estudiado, pero hay otro que se repite y se da al interior de cada una de las provincias. Se trata –a su vez- de la concentración de médicos en los grandes centros urbanos o capitales. Todo ello en desmedro de la población que reside en el campo o las pequeñas localidades o poblados.


Dentro de las variadas formas de medir tal evolución aquí se tomarán algunos números respecto a dos aspectos: La evolución del total de médicos y su asentamiento geográfico.


Según los datos proporcionados por la Red Federal de Registros de Profesionales de la Salud (REFEPS) que depende del Ministerio de Salud de la Nación hay una desigual distribución de los médicos en los distintos puntos de la geografía nacional, con una mayor concentración en los sitios, de ingresos más altos y mayor población.


Los datos generales, respecto a la totalidad de médicos inscritos, indican que -para el año 2020- en el mencionado Registro figuraban 183.475 médicos activos, con un promedio de 3,88 médicos cada mil habitantes, una cifra parecida a la de los países centrales. Ellos estaban distribuidos de tal modo que los números más altos (por cada mil habitantes) se distribuían de la siguiente manera: Ciudad Autónoma de Buos Aires –CABA-, 16,54 médicos; Santa Fe 4,58; Tierra del Fuego 4,42 y Córdoba 4,35. En el final de esta escala están las provincias con menor proporción de médicos: La encabezaba Santiago del Estero con 1,76 médicos; Misiones 1,86; Formosa 1,94 y Chaco 2,17. Dentro de esa cifra general se puede incorporar la evolución –de la cantidad de médicos- desde el año 2014 hasta el 2020. Ese período tuvo un promedio nacional de crecimiento del 9,25%. Los números extremos indican que, durante el mismo, la cantidad de médicos asentados en CABA creció un 19%; mientras tanto quienes estaban asentados en Santiago del Estero, disminuyeron en un 9,54%. En materia de incrementos, le siguen a CABA: Entre Ríos (18,10%), San Juan (17,28%) y Misiones (16,68%). En el otro extremo, la disminución de dichos profesionales, siguiendo a Santiago del Estero son: La Pampa (con menos 1,95%) y Chaco (con menos 0,11%). Estas proporciones están estrechamente vinculadas al PBI per cápita de cada una de estos distritos.


La puesta en común de lo dicho en materia de los cambios genéticos que tienen su antecedente en la pobreza y la desigual distribución territorial de los médicos dan una idea del tipo de sociedad que estamos construyendo y sus perspectivas futuras.


Eso nos introduce en el crimen social si continuamos sin dar una solución al problema que hoy tenemos en material social, básicamente alimenticia, porque algunos efectos –de la mala alimentación actual- sobre la salud serán trasladados a las generaciones venideras, porque estarían genéticamente predispuestas a variadas enfermedades de características crónicas.


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