Argentina es un país sin acceso al crédito. El actual ministro de Economía, Luis “Toto” Caputo, le debe esa pesada herencia en buena medida al Ministro de Finanzas de la gestión de Cambiemos, es decir, a aquella versión más joven del propio Caputo, quien se endeudó en tiempo récord con privados durante la primera etapa del macrismo. Esto generó enormes pérdidas en los inversores privados, pero también una fuga de capitales sin precedentes que endeudó a todos los argentinos por las próximas décadas.
Recordemos que, en 2018, para garantizar la salida de esos capitales se utilizó el crédito más grande que alguna vez haya otorgado el Fondo Monetario Internacional (FMI), razón por la cual dicha institución le perdió confianza al ministro de Finanzas Caputo. Quizás por eso, en su actual versión, el ministro de Economía con cada superávit fiscal, a costa de jubilados, trabajadores, obra pública y de una insostenible acumulación de deuda flotante, paga religiosamente los intereses de la deuda de su gestión anterior en la cartera de Finanzas.
¿Y qué tiene que ver esto con el sector agrario?
Tal como anticipamos, Argentina no tiene acceso al crédito y producto de la inestabilidad en términos macroeconómicos no recibe inversiones. El país continúa con reservas negativas en el Banco Central y sólo mantiene controlado el tipo de cambio en base a regulaciones (cepo cambiario). Es por eso que el ministro de Economía participó esta semana en la reunión del FMI y del Banco Mundial (BM) para asegurar que ya no tiene nada que ver con aquel Ministro de Finanzas, y que en caso de recibir nuevas partidas las utilizará para liberar los controles a la economía. Pero despegarse de un pasado reciente no parece demasiado realista para el staff burocrático de los organismos multilaterales de crédito.
Es por eso que en este momento el sector agrario se vuelve clave. La sustentabilidad del plan económico del gobierno depende en lo inmediato de la liquidación de la cosecha gruesa y en el mediano plazo de la planificación de la siembra de la fina. Pero ambos acontecimientos están condicionados por una serie de factores.
Ante la persistencia de los derechos de exportación y la necesidad de perseverar con el “impuesto país” a las importaciones, que es una de las principales fuentes de recaudación de un gobierno que considera a los impuestos como un “robo”, los números parecen no estar cerrando para los productores agrícolas.
La disparada descontrolada de precios en la economía que ahora nos enteramos de la peor manera que no se “autoregula” apreció el tipo de cambio a punto tal que en términos reales ya se ubica al mismo nivel que en 2023, previo a la devaluación de agosto. Los números no cierran para el sector agrario.
Respecto de la gruesa, como se venía anticipando, la baja en los precios de los commodities, combinada con el encarecimiento en pesos de las condiciones de producción formó un desincentivo para liquidar la cosecha. Solo esta semana la soja FOB estuvo en USD 415 la tonelada (y el FAS a precio oficial en torno a los 250), mientras que a esta altura el primero estaba en USD 596. El fenómenos es mundial, pero se ve agravado por el tablero macroeconómico argentino. Esto puede explicar el impactante dato del ritmo de liquidación estando 16% (en valor) por debajo de año previo, un año de sequía.
Sobre la fina, de acuerdo con el reciente informe publicado por el INTA de Junín (Pcia. Buenos Aires), una de las zonas más productivas del país, los márgenes brutos del cultivo de trigo para la próxima campaña (2024/2025) muestran un panorama sumamente preocupante. Salvo que se logren rendimientos excepcionales (superiores a los 45 quintales/ha) el resultado económico será negativo para la producción de trigo en campos alquilados. Situación que se agravará por supuesto en aquellas regiones con menores potenciales de rinde.
Precios por las nubes, salarios y jubilaciones a la baja, empresas que pierden su “previsibilidad” al ser controladas en su “costos”, inversores desconfiados y ahora un sector agrario que quiere creer en un gobierno al que votó, pero que no le cierran los números. Se vienen semanas decisivas para el futuro de la experiencia liberal libertaria argentina.
Grupo Agrario Nacional: Germán Linzer (UBA), Patricio Vertiz (UNLP) y Tomas Canossa (UNMDP).