La asignación especifica no tenia plazo antes de 2017. Lo tuvo porque se pretendió instalar una política de desfinanciamiento la cultura, y que ese dinero – ya que los impuestos se seguirán cobrando aunque no se asignen a la cultura – vaya a la caja del estado para un manejo discrecional y/o pago de deuda.
Los plazos de la producción cultural son extensos. La última semana circulo el ejemplo de «Zama» (2017), el film de Lucrecia Martel reconocido en todo el mundo, que llevó más de una década de trabajo en sus distintas etapas. Por otra parte, pensemos en un-a joven que hoy ingresa a una escuela de arte, y tiene derecho a contar con un horizonte previsible para su desarrollo en el futuro.
A la vez, para discutir los años de la prórroga, se instaló un discurso confuso que repite «no sabemos cuales van a ser las condiciones de la cultura en 50 años, los cambios tecnológicos, etc.». Claro que no sabemos, lo único que sabemos es que deberá contar con recursos. Lo que se votó el miércoles en el congreso no define como y con que diseño de fomento se asignan los recursos en cada área – cine, teatro, bibliotecas, medios comunitarios, etc.- Eso lo definen leyes especificas (Ley de medios, de teatro, de cine, etc…) y eventualmente los planes de fomento (en el caso por ejemplo del cine). Esos son los ámbitos en que se discute «la forma».
Hay mucha desinformación y confusión en torno a este tema, y no es inocente.
El otro argumento falaz fue que «el fomento se usa para sostener burocracia y estructura militante». Y fue en ese marco que el diputado Hernán Lombardi quiso dividir el frente de unidad en defensa de la cultura, proponiendo asignar los recursos de la Defensoría del Público a las Bibliotecas Populares.
En ese momento, un compañero expresó a viva voz: «Cien años de deuda, sabes los libros que compras con esa guita!», en referencia a la decisión del gobierno de Mauricio Macri, en 2017 – el mismo año en que se decidió el fin del fomento a la cultura para 2022 – de colocar una millonaria deuda externa a 100 años.
Durante los días posteriores a la sesión, distintos medios hegemónicos han convertido los gritos a Lombardi en «insultos de una barra brava partidaria».
Como representantes del sector cultural, independientes de cualquier gobierno o partido político, queríamos compartir este momento, que forma parte de una jornada histórica en la que – con unidad y militancia – comenzamos a revertir la sentencia de muerte de nuestra soberanía cultural.
Próximo paso: el senado.