26/05/2024 - POLÍTICA (EDITORIAL)
EL ADALID DE UN MUNDO QUE NO EXISTE

Hay diversas maneras de esconder un elefante. Una de ellas es largarlo en medio de una manada, claro, de elefantes. Es lo que hizo el Gobierno desde el 10 de diciembre, cuando a los muchos problemas estructurales que teníamos, los mezcló con los creados por acción inmediata de las primeras decisiones. Por ejemplo, el todavía vigente Decreto de Necesidad y Urgencia 70/2023. La indemostrable afirmación sobre que se caminaba a una inflación que llegaría al 17 mil por ciento anual no se sostiene, salvo en la idea de aterrorizar a la sociedad, para que tolere una marca que en un mes duplicó la anterior. Es la primera secuencia del relato para poder explicar ahora, cinco meses después que están haciendo que baje la inflación que ellos mismos subieron....LEER MÁS ....


Pero el problema a esta altura, a todos les queda claro, no era la inflación en sí misma sino la distribución. Con ingresos prácticamente congelados en términos nominales, pero con el poder de compra atacado de una manera que no conoce antecedentes, por el tiempo y la profundidad. Ese es el Talón de Aquiles que desmiente la explicación oficial y deja en el nivel de chanta comentador, como en su época de panelista, al propio Javier Milei.


Hace unas semanas, el Presidente había sostenido eso, en función de un recorte del mes de abril, pero los golpes inflacionarios con ingresos congelados se verificaron en diciembre con 25,2%, en enero con 20,6%; en febrero con 13,2; en marzo con 11% y recién en abril alcanzó un 8,8%. Todos esos números, pese al freno en la aceleración, son indicadores de menor crecimiento de la inflación y no de caída.


Suena parecido, pero no es lo mismo. Y si la economía es una ciencia social, donde se expresan relaciones de fuerza, el lenguaje es también un territorio donde se manifiestan relaciones de poder.


Cuando la economía no alcanza para el Gobierno


Por supuesto, pese a que parezca un Gobierno monotemático, hay otros temas que marcan la agenda simbólica del Presidente. Es la “batalla cultural” que emprenden con más entusiasmo que argumentos y con más ideas con olor a naftalina, que propuestas de futuro.


De aquellas líneas inspiradas en la noción de libertad como ideal y perspectiva, Milei y los suyos no logran, no quieren o no saben salir de una lucha que algunos plantean atrasa décadas.


Hay que hacerle un reconocimiento al Presidente: su lucha contra el comunismo o los zurdos lo define más a él que al resto. Y en todo caso deja en pie la posibilidad de debatir desde las concepciones ideológicas, que algunos nostálgicos creyeron enterradas al tiempo que Francis Fukuyama vendía muchos libros en la década del 90.


En 1992, este autor publicaba “El fin de la historia y el último hombre”, donde planteaba su tesis según la cual la historia, como lucha de ideologías, había terminado, con un mundo final basado en una democracia liberal triunfante tras el fin de la Guerra Fría.


Paradójicamente, hay un punto que une a Milei con Fukuyama. El abuelo del politólogo estadounidense era japonés y había huido de la guerra ruso-japonesa en 1905, y abrió un negocio antes de ser enviado a un campo de detención durante la Segunda Guerra Mundial, luego del ataque japonés a la base yanqui de Pearl Harbor.


El padre de Fukuyama logró evitar un camino similar y se fue a Estados Unidos con una beca de la Universidad de Nebraska. Más tarde, en la Universidad de Chicago conoció a la mujer que sería la madre de Francis, que nació en 1952, creció en Manhattan y no aprendió japonés.


Pero sí se parece a un japonés: Hirō Onoda, un militar, oficial de inteligencia del Ejército Imperial que luchó en la Segunda Guerra Mundial y no se rindió hasta 1974, después de haber pasado casi treinta años sobreviviendo en las selvas de Filipinas.


Si el Presidente, que tanto admira la década del 90, hubiera leído el best-seller de Fukuyama que (para ser honestos), siempre fue interpretado de modo superficial, no tendría ese discurso que parece sacado de los pasquines del Medio Oeste de Estados Unidos de la década del 1950.


En cambio, está convirtiéndose en el adalid de un mundo que no existe, un exponente de una ensalada de ideas que combina su amistad con la ultraderecha franquista de Vox en España, su alianza con ultramontanos en la Argentina y la sociedad política con la casta tradicionalmente rancia de la política nacional, de la que decía aborrecer.


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