De acuerdo con la última previsión de la Secretaría de Agricultura, Ganadería y Pesca (SAGyP), con el 76% del área ya cosechada a mediados de diciembre de 2025, la producción se ubicaría en 26,8 millones de toneladas, consolidando un nuevo récord histórico para el cereal.

El salto productivo se explica principalmente por un fuerte aumento de los rindes, que crecerían cerca de 40% interanual, pasando de unos 30 a casi 40 quintales por hectárea. La superficie sembrada, en tanto, mostraría apenas una suba marginal del 4%, hasta alcanzar 6,8 millones de hectáreas, un nivel similar al de campañas anteriores. Frente al máximo previo de 2021/22, la producción sería alrededor de 20% superior, explicada casi exclusivamente por mejoras en la productividad.

Sin embargo, este récord físico no se traducirá en un récord comercial.  Franco Artuso, responsable de la sección Agro Industrial de la Fundación Mediterránea, señala que, si bien cerca del 65% del trigo producido se destinaría a la exportación —unos 17,5 millones de toneladas—, los precios internacionales deprimidos limitan el ingreso de dólares. 

Con un valor promedio estimado en torno a USD 200 por tonelada, el ingreso de divisas por exportaciones de trigo en la campaña 2025/26 rondaría los USD 3.500 millones.

En comparación con la campaña 2024/25, el valor exportado crecería apenas 17%, a pesar de que las cantidades embarcadas aumentarían cerca de 37%. Más aún, frente al máximo histórico en términos de valor alcanzado en 2021/22, el ingreso de divisas de la campaña actual sería 26% inferior en términos reales, aun con volúmenes exportados significativamente mayores.

La explicación central de esta brecha se encuentra en la coyuntura de precios internacionales. Según el análisis de la Fundación Mediterránea, el precio medio de exportación del trigo en 2025/26 se ubicaría entre los tres más bajos del siglo, con una brecha negativa superior al 30% respecto de su promedio histórico.

Artuso destaca que el récord productivo no solo responde a condiciones climáticas favorables, sino también a señales de política económica que permitieron sostener el cultivo dentro de la rotación agrícola. Entre ellas, menciona la menor presión impositiva, avances en la normalización cambiaria y una agenda orientada a reducir costos y trabas administrativas, aun en un contexto de precios poco alentador al inicio de la campaña.

De cara al futuro, el principal desafío —según advierte el economista— será profundizar esa agenda, en particular avanzando hacia la eliminación de los derechos de exportación (DEX) al trigo. En un esquema sin retenciones, el sector contaría con mayor margen para sostener la inversión en tecnología, fertilización y manejo agronómico, claves para atravesar escenarios de precios bajos o eventuales shocks productivos.